Ejercicios para el tartamudeo por Fritz Perls

enero 18, 2021


"Todas las personas tartamudean. Naturalmente, pocas se darán cuenta, y con mucha frecuencia el tartamudeo será tan ligero que pasará inadvertido.

El que sufre de tartamudeo crónico está caracterizado por su impaciencia, su sentido no desarrollado del tiempo y su agresión inhibida. Sus palabras no fluyen en una secuencia temporal adecuada; tiene su mente y boca pobladas con un montón de palabras que esperan todas salir al mismo tiempo. Es esto la copia exacta de su voracidad, de su deseo de tragarlo todo a la vez. 

Se descubre en el tartamudo, como recordatorio de su voracidad, una tendencia a inhalar al mismo tiempo que habla, revelando así su inclinación a tragar de nuevo aún sus propias palabras. El tartamudo emplea siempre en forma insuficiente sus dientes; su agresión, privada de su función natural, buscará salidas falsas.

Hay otra circunstancia también en la que puede estar libre de tartamudeo: cuando su lenguaje no expresa emoción alguna, o cuando el motor de la excitación está ausente por completo; puede realizar correctamente la tarea de reproducir palabras que no significan nada para él, o que no son la expresión de su auténtico ser. 

Podría dominar la técnica de producir palabras a la perfección, por ejemplo, en la elocución o el canto, mientras se concentre en el aspecto técnico del habla y no en el contenido. Pero en cuanto tiene que expresarse a sí mismo, se impacientará de nuevo, y cuanto más se excite, más grave se hará su tartamudeo —excepto en las pocas ocasiones en que se permite estallar.

El tratamiento del tartamudeo que pasa por alto la reorganización de la agresión y la impaciencia puede, en el mejor de los casos, lograr producir sólo un robot que emite palabras, pero nunca una personalidad capaz de expresarse a sí misma y sus emociones. Por eso, para curar el tartamudeo es absolutamente
necesario ajustar primero la agresión. 

El tartamudo siempre tiene dificultades con su respiración. No percibe la confusión entre su inhalar y su exhalar, no tiene consciencia de la respiración económica apropiada. Parece tonto y banal afirmar que el auténtico tartamudo no tiene consciencia del hecho de que se habla al exhalar, de que debe llegar a ser "consciente de la respiración". 

Aconsejo al tartamudo realizar los siguientes ejercicios graduados:

1) Inhale y exhale sin ninguna interferencia o acción, pero perciba y distinga entre entrada y salida. No debe haber ni tensión ni exageración. Acuéstese sencillamente y concéntrese en "sentir" su respiración. Resista toda inclinación a cambiar cualquier cosa. Prosiga hasta que —sin interferencia ni errabundeo mental— pueda permanecer respirando conscientemente durante un par de minutos.

2) Inhale normalmente y exhale con el sonido de "M-N-S" hasta que resulte natural. Este exhalar debería ser un tipo de colapso, similar al suspirar o gemir.

3) Tome una frase que le guste e inhale después de cada sílaba de esta forma: "La (inhale) rosa (inhale) que (inhale) vi/(inhale) ve/su/pe/que/ño mo/men/to, me/re/ce más a/la/ ban/za que/la/flor/ es/cul/pi/da".

4) Repita en su fantasía este ejercicio siempre que tenga ocasión de hacerlo. Lo importante es inhalar entre cada sílaba. Si puede hacerlo durante 5 minutos, ha dado el paso más importante para respirar bien y dominar la impaciencia.

5) Sólo después de que haya dominado por completo los ejercicios anteriores haga los mismos ejercicios (3 y 4) con palabras completas en vez de sílabas.

6) El ejercicio siguiente requiere pensar un poco. Corte todas sus frases en grupos pequeños, gramaticalmente correctos. Por ejemplo:

"Es más fácil (inhale) pretender (inhale) ser (inhale)
lo que no se es (inhale) que ocultar (inhale) lo que
realmente se es (inhale) pero el que (inhale) puede
realizar las dos cosas (inhale) tiene poco que aprender
(inhale) en hipocresía".

7) Hable a la gente en su fantasía, aplicando la técnica precedente. Hable al principio en silencio, después con un murmullo, con voz sin sonido. Más tarde añada cada vez más sonido a su habla.

8) Aprenda a dar forma continua a su voz. Trate de emitir cada palabra con un crescendo y un decrescendo. Resulta imposible sobrestimar la importancia de este ejercicio. Aborde las palabras que ofrecen la mayor dificultad, por ejemplo, las que comienzan con una "P". Respire hondo, relaje su boca y los músculos de la garganta y pronuncie la "P" lo más suavemente que pueda, pero acentúe —con un
crescendo— la vocal que sigue.

9) Pruebe a transformar la situación de entrenamiento en la real, tome a un amigo que tenga paciencia y desee ayudarle, pídale que lo detenga cada vez que recaiga en una respiración incorrecta.

10) Busque en su fantasía situaciones de excitación, turbación o autoconsciencia y aplique de nuevo el ejercicio 7.

11) Realice un entrenamiento en no hablar. Desarrolle el arte de escuchar. Trague más bien las palabras de los demás que las suyas propias. Sobre todo, recuerde: toda reaparición del tartamudeo debe ser una señal de peligro para usted, un aviso para detenerse y relajarse. Recuérdelo, hay pocas situaciones en la vida en las que es absolutamente indispensable decir algo.

12) Una vez que haya aprendido a guardar silencio y a escuchar, prepárese para alcanzar el arte del silencio interior. Por muy paradójico que suene, usted aprenderá a hablar bien con un buen silencio. Los ejercicios de concentración corporal son también de gran importancia. Descubra qué músculos contrae (mandíbula, garganta, o diafragma) no sólo cuando guarda silencio (contracción crónica), sino también en la situación misma de hablar. El fin es aprender cómo se genera el tartamudeo. Una vez que se logra el pleno control consciente de la producción del tartamudeo con todo detalle, se aprende fácilmente a hablar sin tartamudeo. Sin embargo, ¡qué pocos tartamudos querrán tartamudear conscientemente, abandonar su hostilidad hacia ello y dejar de luchar contra ello! ¡Qué pocos querrán asumir una responsabilidad plena de su tartamudeo!

13) Una vez que se acepte esta responsabilidad, el sentido del tartamudeo con frecuencia se revelará por sí mismo".

Fritz Perls en Yo, Hambre y Agresión.

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