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Satisfecho significa: estoy en paz con lo que tengo; estoy en paz con lo que me acontece; estoy en paz con lo que soy y cómo soy.
Satisfecho también significa: estoy en paz con otras personas tal como son; estoy en paz con mi entorno y en paz con el mundo tal como es.
Pero sobre todo estoy en paz con la vida tal como me ha sido regalada y en paz con lo que me reclama. Y estoy en paz con lo que me traerá.
Satisfecho de este modo estoy recogido, recogido en mí y recogido en todo tal como es. Satisfecho de este modo estoy en mi fuerza, y tengo fuerza para estar en paz con todo.
Satisfecho tengo pocas exigencias. ¿Para qué, si lo tengo todo? Sólo necesito mirarlo y disfrutarlo. ¿Qué más quiero?
Satisfecho tengo pocas expectativas de los otros, sólo de lo que sirve al diálogo cotidiano y a la felicidad cotidiana. Por eso los demás se sienten seguros conmigo, seguros con su propia felicidad y con lo que tienen.
Porque estoy satisfecho no necesito pelear con nadie. Por mí puede quedarse con lo que tiene y puede seguir siendo como es.
¿Qué significa finalmente estar satisfecho? Amo a todos tal como son. Amo la creación tal como es. Y me amo tal como soy.
Este amor está en consonancia con el origen de todo tal como es. Este amor es paz con Dios.
Bert Hellinger
Pensamientos de realización
"Todas las personas tartamudean. Naturalmente, pocas se darán cuenta, y con mucha frecuencia el tartamudeo será tan ligero que pasará inadvertido.
El que sufre de tartamudeo crónico está caracterizado por su impaciencia, su sentido no desarrollado del tiempo y su agresión inhibida. Sus palabras no fluyen en una secuencia temporal adecuada; tiene su mente y boca pobladas con un montón de palabras que esperan todas salir al mismo tiempo. Es esto la copia exacta de su voracidad, de su deseo de tragarlo todo a la vez.
Se descubre en el tartamudo, como recordatorio de su voracidad, una tendencia a inhalar al mismo tiempo que habla, revelando así su inclinación a tragar de nuevo aún sus propias palabras. El tartamudo emplea siempre en forma insuficiente sus dientes; su agresión, privada de su función natural, buscará salidas falsas.
Hay otra circunstancia también en la que puede estar libre de tartamudeo: cuando su lenguaje no expresa emoción alguna, o cuando el motor de la excitación está ausente por completo; puede realizar correctamente la tarea de reproducir palabras que no significan nada para él, o que no son la expresión de su auténtico ser.
Podría dominar la técnica de producir palabras a la perfección, por ejemplo, en la elocución o el canto, mientras se concentre en el aspecto técnico del habla y no en el contenido. Pero en cuanto tiene que expresarse a sí mismo, se impacientará de nuevo, y cuanto más se excite, más grave se hará su tartamudeo —excepto en las pocas ocasiones en que se permite estallar.
El tratamiento del tartamudeo que pasa por alto la reorganización de la agresión y la impaciencia puede, en el mejor de los casos, lograr producir sólo un robot que emite palabras, pero nunca una personalidad capaz de expresarse a sí misma y sus emociones. Por eso, para curar el tartamudeo es absolutamente
necesario ajustar primero la agresión.
El tartamudo siempre tiene dificultades con su respiración. No percibe la confusión entre su inhalar y su exhalar, no tiene consciencia de la respiración económica apropiada. Parece tonto y banal afirmar que el auténtico tartamudo no tiene consciencia del hecho de que se habla al exhalar, de que debe llegar a ser "consciente de la respiración".
Aconsejo al tartamudo realizar los siguientes ejercicios graduados:
1) Inhale y exhale sin ninguna interferencia o acción, pero perciba y distinga entre entrada y salida. No debe haber ni tensión ni exageración. Acuéstese sencillamente y concéntrese en "sentir" su respiración. Resista toda inclinación a cambiar cualquier cosa. Prosiga hasta que —sin interferencia ni errabundeo mental— pueda permanecer respirando conscientemente durante un par de minutos.
2) Inhale normalmente y exhale con el sonido de "M-N-S" hasta que resulte natural. Este exhalar debería ser un tipo de colapso, similar al suspirar o gemir.
3) Tome una frase que le guste e inhale después de cada sílaba de esta forma: "La (inhale) rosa (inhale) que (inhale) vi/(inhale) ve/su/pe/que/ño mo/men/to, me/re/ce más a/la/ ban/za que/la/flor/ es/cul/pi/da".
4) Repita en su fantasía este ejercicio siempre que tenga ocasión de hacerlo. Lo importante es inhalar entre cada sílaba. Si puede hacerlo durante 5 minutos, ha dado el paso más importante para respirar bien y dominar la impaciencia.
5) Sólo después de que haya dominado por completo los ejercicios anteriores haga los mismos ejercicios (3 y 4) con palabras completas en vez de sílabas.
6) El ejercicio siguiente requiere pensar un poco. Corte todas sus frases en grupos pequeños, gramaticalmente correctos. Por ejemplo:
"Es más fácil (inhale) pretender (inhale) ser (inhale)
lo que no se es (inhale) que ocultar (inhale) lo que
realmente se es (inhale) pero el que (inhale) puede
realizar las dos cosas (inhale) tiene poco que aprender
(inhale) en hipocresía".
7) Hable a la gente en su fantasía, aplicando la técnica precedente. Hable al principio en silencio, después con un murmullo, con voz sin sonido. Más tarde añada cada vez más sonido a su habla.
8) Aprenda a dar forma continua a su voz. Trate de emitir cada palabra con un crescendo y un decrescendo. Resulta imposible sobrestimar la importancia de este ejercicio. Aborde las palabras que ofrecen la mayor dificultad, por ejemplo, las que comienzan con una "P". Respire hondo, relaje su boca y los músculos de la garganta y pronuncie la "P" lo más suavemente que pueda, pero acentúe —con un
crescendo— la vocal que sigue.
9) Pruebe a transformar la situación de entrenamiento en la real, tome a un amigo que tenga paciencia y desee ayudarle, pídale que lo detenga cada vez que recaiga en una respiración incorrecta.
10) Busque en su fantasía situaciones de excitación, turbación o autoconsciencia y aplique de nuevo el ejercicio 7.
11) Realice un entrenamiento en no hablar. Desarrolle el arte de escuchar. Trague más bien las palabras de los demás que las suyas propias. Sobre todo, recuerde: toda reaparición del tartamudeo debe ser una señal de peligro para usted, un aviso para detenerse y relajarse. Recuérdelo, hay pocas situaciones en la vida en las que es absolutamente indispensable decir algo.
12) Una vez que haya aprendido a guardar silencio y a escuchar, prepárese para alcanzar el arte del silencio interior. Por muy paradójico que suene, usted aprenderá a hablar bien con un buen silencio. Los ejercicios de concentración corporal son también de gran importancia. Descubra qué músculos contrae (mandíbula, garganta, o diafragma) no sólo cuando guarda silencio (contracción crónica), sino también en la situación misma de hablar. El fin es aprender cómo se genera el tartamudeo. Una vez que se logra el pleno control consciente de la producción del tartamudeo con todo detalle, se aprende fácilmente a hablar sin tartamudeo. Sin embargo, ¡qué pocos tartamudos querrán tartamudear conscientemente, abandonar su hostilidad hacia ello y dejar de luchar contra ello! ¡Qué pocos querrán asumir una responsabilidad plena de su tartamudeo!
13) Una vez que se acepte esta responsabilidad, el sentido del tartamudeo con frecuencia se revelará por sí mismo".
Fritz Perls en Yo, Hambre y Agresión.
Si tienes una relación con un vampiro energético, la pregunta es: ¿por qué no la abandonas? ¿Por qué no dices lo que piensas y te proteges?
Como mencioné, muchas personas empáticas logran abandonar estas relaciones. Ven los problemas y plantan al vampiro enseguida. Pero si eres de las que no lo hacen te diré que hay dos razones principales.
En primer lugar, eres compasiva y bondadosa por naturaleza, por lo que, simplemente, puede que no veas las señales de alarma. Puede pasar si no estás prestando toda tu atención a tu intuición y las circunstancias que te rodean.
Y en segundo lugar, tus heridas han creado en ti un enorme deseo de ser aceptada y una creencia absoluta en que no deberías herir los sentimientos de los demás.
Y para las almas viejas empáticas existe una tercera cosa que nos mantiene enganchadas: realmente creemos que nuestro amor y nuestra ayuda pueden sanar a los demás; en este caso, al vampiro.
Y aunque podemos ver las señales de alarma, creemos que las cosas serán distintas con nosotras; que las demás personas a quienes lastimó el vampiro no poseían la destreza y la compasión que tenemos nosotras.
Si bien nuestra reacción inicial a su inevitable maltrato es la rabia, el dolor y la decepción, rápidamente sofocamos estos sentimientos naturales y los sustituimos por culpabilidad, algo que aprendimos a hacer en el pasado, ya sea mucho tiempo atrás en otra vida o en la infancia. O, lo que es más probable, ambas cosas.
Cometemos el error de pensar que los vampiros energéticos son tan sensibles como nosotras. No queremos arriesgarnos a herir sus sentimientos, así que para protegerlos a ellos y sus sentimientos, y como se nos da tan rematadamente bien resolver problemas en todas las demás áreas de nuestra vida, seguimos dándoles nuestra energía y consumiéndonos antes que arriesgarnos a hacerles frente, defendernos y admitir lo enfadadas, dolidas y decepcionadas que realmente estamos. Y cortar después con la relación.
Asumimos la responsabilidad de intentar convencerles de que busquen ayuda y cambien su forma de actuar. Pero es un callejón sin salida, porque no cambian.
Lo que tiene que cambiar en cualquier relación con un vampiro energético eres tú. Tienes que tirar la toalla finalmente y abandonar la relación.
Sé que es difícil oír eso, especialmente si has invertido muchos años y recursos en hacer funcionar la relación, pero cuanto antes dejes de perder tiempo con el vampiro y te elijas a ti, más sana estarás y más feliz y eficaz serás.
Christiane Northrup
"Cómo evitar a los vampiros energéticos. Una guía para deshacerte de las relaciones que te consumen y recuperar el poder y la salud".
👉 Si quieres salir de una relación destructiva, mejorar tu autoestima y/o superar tu dolor, comienza un proceso terapéutico con Terapia Gestalt.
Lo que más nos hace sufrir cuando hemos perdido a un ser querido es no permitirnos el dolor, la nostalgia, la pena, la rabia, la tristeza que acompañan a este proceso.
Dar un lugar en nuestro corazón a todas las emociones que habitan en nosotros en esos momentos nos ayuda a dejar de sufrir.
Aceptar también que durante una temporada vamos a estar con altibajos emocionales nos ayuda: habrá días en lo que estarás más tranquilo, otros enfadado, otros triste, otros con ganas de llorar...
Este proceso no se puede controlar. No podemos controlar nuestras ganas de llorar cuando nos acordamos de los momentos vividos con la persona, no podemos evitar sentir dolor cuando vemos sus pertenencias o las tocamos. Lo más sanador en este momento de vida es darnos el permiso de vivir todas las emociones que acontecen y que vienen en toda su plenitud.
No tengamos miedo de quedarnos anclados en algún punto del camino. Los duelos duelen y si nos entregamos en cuerpo y alma a él, saldremos fortalecidos.
Tampoco alivia el hecho de estar esperando el día en el que encuentres paz en tu corazón. No lo esperes porque la espera se puede hacer interminable. Vive lo que te está pasando ahora sin el juicio de que no deberías sentir eso, o no es apropiado, o no puedes estar así.
No hay un tiempo predefinido de un duelo por la simple razón de que cada persona lo afronta como sabe y puede además de que cada ser es diferente. Cada persona tiene sus recursos de vida y a veces son suficientes y otras veces es necesario el acompañamiento de un terapeuta para poder transitar este camino de espinas.
La ausencia del ser querido no se puede llenar con nada, a pesar de nuestros intentos por llenar el vacío que ha dejado en nosotros. Darse cuenta de esta verdad duele y vamos a tener que aprender a vivir con esta ausencia.
(Gracias a todas las personas que en terapia me han permitido acompañarles en este momento tan duro de su vida y que han inspirado este artículo. Me han permitido crecer como persona y profesional).
Sandra Gamero
Terapeuta Gestalt & Consteladora familiar